
“Kity” Páez, sanguinario narcojunior del barrio logan
*Compadre de Ramón Arellano Félix, a quien traicionó
*Como testigo protegido, eludió una condena de 30 años de cárcel
Redacción/La Opinión de México/Sol Quintana Roo/Sol Yucatán/Sol Campeche/Sol Chiapas/Sol Belice/La Opinión de Puebla
Baja California.- Everardo Arturo Páez Martínez, “El Kitty”; integrante de los “narcojuniors”, un grupo delictivo de los hermanos Arellano Félix, fue hombre de primera escala en el Cártel de Tijuana, al que traicionó al ser detenido y ahora es testigo bajo protección en Estados Unidos, figura jurídica que le permitió eludir una condena de 30 años.
Versiones periodísticas locales de Baja California, señalan que Everardo fue el fundador de los llamados “narcojuniors”, merced a su compadrazgo con Ramón, el mayor de los 11 hermanos Arellano Félix, aunque agentes federales de la vieja guardia indican que, si bien “El Kity” fue uno de los más sanguinarios y desalmados “narcojuniors”, el creador de ese grupo fue Fabián Martínez González, alias “El Tiburón”, mote que le impuso el mismo Ramón Arellano, “porque no se andaba con mamadas”.
Ramón conoció a Fabián desde que ambos iban a “Los Patines de Plata”, propiedad de Jesús “Chuy” Labra Avilés, tío político de los Arellano, donde lo mismo consumían cervezas, licor o droga, para después salir a las calles y hacer lo que su tío llamaba “travesuras”.
La creación del referido grupo, efectivamente, si fue ordenada por Ramón Arellano, quien le indicó a Fabián que se trasladara al Barrio Logan, en San Diego, California, en busca de jóvenes adinerados, de elevado nivel social, hijos de familia, ávidos de dinero y de emociones fuertes.
Fue ahí donde contactó a Juvenal Gómez Buenrostro, Alejandro Cázares, Luis y Medardo León Hinojosa, “El Abulón”; Alejandro, Agustín y Alfredo Hodoyán Palacios, Fausto Soto Miller, “El Chef”; Enain y Endir Meza, Alfredo Brambila, Ramiro Zúñiga, Gustavo Miranda, Rogelio Berber Campos, Emilio Valdés Mainero, Francisco Cabrera Castro y Gilberto Vázquez Culebro, entre otros.
También a Humberto Rodríguez Bañuelos, “La Rana”; Fabián Reyes Partida, “El Gordo”; Daniel Huerta, Alejandro Weber, Moisés y Francisco Cabrera Castro, Alfonso Villaseñor, “El Calaco”; Juan Carlos Sánchez Díaz, “El Chalina”; David Barrón Corona, “El CH”; Fernando Castaño y, desde luego, a Everardo Páez Martínez y a muchos otros jóvenes más.
En el mando del grupo, figuraba en primer término Fabián, seguido por sus hermanos Manuel y Arturo Martínez González, alias “La Mojarra” y “Lino Quintana”, respectivamente, quienes decían a quién había que ejecutar “por órdenes del consejo”.
El Cártel de Tijuana se había conformado con todo un Consejo de Jefes, integrado por Jesús Labra Avilés y Manuel Aguirre Galindo, “El Caballo”; en su calidad de asesores y consejeros.
Los hermanos Ramón y Benjamín Arellano Félix, como cabeza; Amado Cruz Anguiano, cerebro financiero; Ismael Higuera Guerrero, “El Mayel y Francisco Carrasco, alias “El Charro”, ex presidente de la Asociación de Charros de Mexicali, como lugartenientes operativos.
Dicho consejo era como el supremo tribunal del Cártel Arellano Félix, donde juzgaban y sentenciaban a enemigos, amigos e integrantes de la organización y, obviamente, trataban y negociaban asuntos importantes y los “narcojuniors” eran su brazo ejecutor.
El objetivo de la formación de éstos, en principio, fue el tráfico de cocaína, por la vecindad entre Tijuana y San Diego, pero sobre todo por el estatus social de los jóvenes, cuya posición adinerada alejaba sospechas de que pudieran dedicarse al tráfico de drogas.
Sin embargo, el carácter violento de los jóvenes y su afición a las emociones “fuertes”, hizo que Ramón decidiera convertirlos en el brazo ejecutor del cártel; entre los más despiadados, además de los hermanos Martínez, figuraba “El Kity” Páez que terminó por encompadrar con la cabeza máxima de la organización.
De esa manera nacieron “Los Narcojuniors”: el grupo más temible de gatilleros a sueldo, conformado por jóvenes de elevada posición social.
Dada la cercanía con la frontera estadounidense, utilizada obviamente para la introducción de droga al vecino país, también trazaron la estrategia para que los jóvenes asesinos pudieran escapar sin problemas, cruzando de uno a otro país luego de cumplir alguna de las ejecuciones ordenada.
Respecto a las “diversiones” de Ramón, Fabián y Everardo, varios de los narcojuniors relataron en sus declaraciones ministeriales que cuando se aburrían, el mismo Ramón exclamaba:
“¡Chingue a su madre! Ya estuvo bien. Vamos a matar a alguien. ¿A ver, con quién tienen bronca ustedes?
Alguno de los ahí reunidos respondía y mencionaba a tal o cual persona.
Al día siguiente el nombrado amanecía muerto. También dijeron que en ocasiones solían tomar como tiro al blanco a quien pasara por el lugar y les resultara desagradable.
Luego de cometer sus crímenes, lo celebraban jocosamente para después irse a comer.
Según testimonios de algunos “narcojuniors” detenidos, aseguraron que Fabián llegó a decir que matar le abría el apetito y “comía más sabroso”.
Su sitio favorito para reunirse, luego de acudir a los “Patines de Plata”, era un enorme árbol de pirul, enclavado sobre la avenida Zitácuaro en la colonia Chapultepec, donde bebían y se drogaban, escuchaban música y luego mataban, simplemente por matar, “por diversión”.
Uno de esos crímenes, solamente “por divertirse”, cometido por Ramón y Everardo fue el del exagente del Ministerio Público Federal, Miguel Ángel Rodríguez Moreno.
Cuando salía de su domicilio en avenida Zitácuaro, se le emparejaron Ramón, Fabián y Everardo, a bordo de motocicletas, y le dispararon ráfagas de rifles AK-47 (“Cuerno de Chivo”).
Pese a que hubo innumerables testigos, nadie quiso declarar contra los responsables.
Everardo se integró a los “narcojuniors” en 1984, a la edad de 17 años, y permaneció en ese grupo durante casi 12 años, hasta que fue capturado en noviembre de 1997, detención que le salvó la vida pues su compadre Ramón había ordenado que lo mataran y la tarea le había sido encomendada a su jefe, “El Tiburón”.
Medio año después, Fabián terminaría por suicidarse al verse copado por la policía en Zapopan, Jalisco, el 23 de mayo de 1998, aunque antes puso hacer una llamada a su jefe Ramón, quien sería ejecutado el 10 de febrero de 2002, para despedirse, ya que le dijo que prefería matarse a ser detenido.
Al paso del tiempo, los “narcojuniors” acumularon más poder del que debían, pretendiendo apoderarse del liderazgo de la organización y solamente unos cuantos, entre ellos Fabián Martínez siguieron siendo leales al Cártel de Tijuana, por lo que los hermanos Arellano, decidieron aniquilara los jóvenes sicarios.
Así, Ramón Arellano Félix comenzó a asesinar y desaparecer a quienes querían arrebatarle su puesto; los primeros en caer fueron los hermanos Endir y Henain Meza Castaños, le siguió Gustavo Miranda Santacruz, que fue baleado y “levantado” y no se volvió a saber de él.
De esa manera, paulatinamente, fueron cayendo los “narcojuniors”, algunos detenidos, otros muertos y uno de los pocos que lograron sobrevivir fue “El Kitty”, gracias a que fue aprehendido por agentes de la entonces Procuraduría General de la República (PGR) y de la Agencia Estadunidense Antidrogas (DEA), el 10 de noviembre de 1997, cuando tenía 30 años de edad.
En esa época la delegación bajacaliforniana era comandada por José Luis Chávez y era cuando Everardo tenía la facilidad de movilizarse tranquilamente por toda la ciudad, inclusive pasaba de uno a otro país sin problemas.
En el momento de su captura, dentro de una tienda de autoservicio, ubicada sobre el bulevar Agua Caliente de la delegación municipal de La Mesa, en Tijuana, lo acompañaban dos amigos cuando salían de un restaurante del centro comercial Rocasa.
“El Kity” trató de evitar su captura presentando una licencia de conducir estadunidense a nombre de Juan Carlos Flores Menchaca, pero no lo consiguió al ser identificado plenamente por sus captores.
Al ser interrogado por el Ministerio Público Federal, lo primero que hizo fue delatar a sus cómplices.
Comenzaba su labor de negociación.
De hecho, se comenta que fue él quien aportó información para la ejecución de su compadre Ramón, el 10 de febrero de 2002, y la posterior captura, a menos de un mes, el 8 de marzo del mismo año, de Benjamín Arellano Félix.
Fue trasladado al penal de máxima seguridad “La Palma”, hoy El Altiplano, donde sus abogados negociaron y lograron deshacerse de los cargos, pero como Estados Unidos ya había solicitado su detención provisional con fines de extradición y terminó por ser entregado al gobierno norteamericano.
Ahí, un Gran Jurado lo acusó de introducir miles de kilos de cocaína y fue enviado a una prisión de San Diego, California, donde fue juzgado y sentenciado a 30 años por narcotráfico.
Posteriormente se convertiría en testigo protegido del Buró Federal de Investigaciones, con lo que eludió la pena de 30 años de prisión.
Ahora, como si fuera una estrella del espectáculo, el personaje del “Kity” será representado en la tercera temporada de Narcos México, de Netflix, por el cantante reguetonero Benito Antonio Martínez Ocasio, conocido en el mundo de la farándula como Bad Bunny (Conejo Malo), quien dará vida a uno de los más sanguinarios “narcojuniors.