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Allanan 99 años de historia

De las propiedades de Fernando Barbachano Herrero, no hay nada más icónico que el hotel Mayaland, un complejo hotelero conocido como la joya de la corona dentro de las ruinas de Chichén Itzá, un edificio con 99 años de historia.
En menos de una semana ya tenía interesados. Pero la primera persona que se acercó con interés de comprar fue Rodolfo Rosas Moya, y allí comienza todo…
“Rosas Moya sencilla y llanamente no tenía el dinero para embargarse en una compra de esta naturaleza. Y si lo tenía, peor, porque actuó con dolo desde el inicio, sabiendo que iba a jugar con tiempos y formas de aportación.”


Redacción/Sol Yucatán

Primera de II partes

En el 2020, la llegada de la pandemia cambió la vida al empresario Fernando Barbachano Herrero, quien a sus 70 años se dio cuenta que si no vendía algo icónico, todas sus finanzas se vendrían abajo. Y de sus propiedades, no hay nada más icónico que el hotel Mayaland, un complejo hotelero conocido como “la joya de la corona dentro de las ruinas de Chichén Itzá”, un edificio con 99 años de historia.

Fue en marzo del mismo año cuando Barbachano Herrero se recluye en su casa en Cancún y decide ponerlo a la venta. En menos de una semana ya tenía interesados. Pero la primera persona que se acercó con interés de comprar fue Rodolfo Rosas Moya.
Por ello, Barbachano Herrero no quiso entretener a los demás hasta no concluir la primera fase de negociaciones con el primero que presentó lo que parecía una seria oferta de compra. Las pláticas comenzaron en abril y duraron hasta mayo, cuando se pusieron de acuerdo sobre cómo se realizarían los pagos que debían finalizar en diciembre de 2020.

La cantidad pactada fue de 10 millones de dólares. En palabras del empresario turístico, originalmente convinieron en un depósito inicial y único de 6 mdd. Luego, el interesado dijo que no podía cumplir con la fecha y le ofreció, en cambio, dos pagos de 3 millones, sin embargo, argumentó que tampoco así podía pagar en el plazo estipulado y solucionaron que finalmente se realice en tres pagos: uno de 3 mdd y dos de 1.5. mdd.

Este primer depósito de 6 millones de dólares constituyó el contrato de arras. Un convenio donde ambas partes adquieren un compromiso, pero Rosas Moya no cumple los plazos, y Barbachano Herrero se queda con el dinero depositado.

“Primero Rosas Moya dijo “vamos a romperlo en dos partes’, luego pidió “que mejor sean tres”. Estos cambios en cantidad y en fechas propuestas por él, me hicieron aceptar subir el castigo en caso de que yo no le vendiera o él no pudiera cumplir con el pago. Las arras se convertían en parte de la pena si no cumplía el resto del acuerdo antes de la compra-venta.”

Si Barbachano Herrero se hubiera negado a venderle, por ejemplo, en caso de recibir una mejor oferta de otra persona, él hubiera tenido que pagar 6 millones de dólares de castigo. La penalización funciona en ambas vías. Rosas Moya, al hacer toda esa serie de cambios donde no cumplió lo estipulado, poco a poco se volvió acreedor del castigo. Finalmente, acordaron un último pago por 1.5 mmd el 27 octubre. Ya era el quinto cambio en fechas y cantidades.
Sin embargo, la noche del 26 de octubre de 2020, Rosas Moya le mandó un correo donde se excusaba ya que no podría pagar al día siguiente “en virtud de la pandemia”, por “razones de la pandemia”.

Pero esas eran las razones por la que Barbachano vendió el hotel. De no haber sido por la pandemia, no habría tenido que vender nada. Ahora se iba a convertir en un cobratario. En lugar de tener un problema, ya tenía dos.

Barbachano rememoró cuando su madre era dueña del Peón Contreras y le expropiaron el teatro por una situación similar: “¿Me va a volver a pasar lo mismo? No. Los depósitos que había hecho en arras están firmados y pactados.”

“Llega la fecha estipulada por Rosas, el 27 de octubre, y en la víspera me avisa que no puede pagar. Fue cuando concluí que él no tenía ninguna intención, ni el dinero para hacerse responsable de la compraventa a la que se comprometió. Esta serie de cambios y atropellos no podía continuar.”

“¿Cuál es el objeto de firmar un contrato si no pretendes cumplirlo? Rosas Moya sencilla y llanamente no tenía el dinero para embargarse en una compra de esta naturaleza. Y si lo tenía, peor, porque actuó con dolo desde el inicio, sabiendo que iba a jugar con tiempos y formas de aportación.”

LA OTRA VERSIÓN

Por su parte, el empresario Rodolfo Rosas Moya sostiene que él actuó conforme a la ley y pagó las sumas acordadas en las fechas previstas, con excepción del último pago (1.5 millones de dólares), que tendría que ser transferido a la cuenta bancaria que fuera designada por Fernando Eugenio Barbachano.

De acuerdo con la versión de Rosas Moya, antes de consumar el contrato, Barbachano tenía que ponerse de acuerdo con sus hijos que viven en Estados Unidos, debido a que Mayaland forma parte de su patrimonio, estipulado como herencia.

Sin embargo, cuando tocaba el segundo pago de 1.5 millones de dólares, Fernando Barbachano, quien supuestamente continuaba en Estados Unidos arreglando el asunto con sus hijos, no mandó el número de la cuenta bancaria donde debería realizarse la transferencia, y cortó toda comunicación con Rosas Moya.

Posteriormente, un día después de vencida la fecha, recibió la llamada de Fernando Barbachano, quien le manifestó que al no recibir el último pago, el anticipo de 4.5 millones de dólares lo aplicaría como pena y la operación de compraventa quedaba rescindida. Acto seguido, dio la instrucción a sus guardias de seguridad para desalojar del hotel a Rodolfo Rosas Moya.

Debido a eso, el empresario acudió a denunciar el ilícito ante las autoridades de la Fiscalía del Estado de Quintana Roo, por el delito de fraude y despojo.

Después de valorarse los hechos denunciados, se ordenó el aseguramiento de la propiedad de la cual había sido despojado Rosas Moya, y se fincó una interventoría judicial de la propiedad del hotel Mayaland.

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